
Ahora que Almodóvar dice que la piel que habito tiene sabor gallego, aparecen como fantasmas los datos que me provocan. Señalan que el 75 % de los jóvenes gallegos entre 19 y 29 años viven con sus padres; y yo me callo. O sea, que observo la estadística y me parece escasa. Digo que conozco a varios que con treinta y muchos albergan el hogar familiar y otros que se casaron porque no les quedó más remedio. La economía está cabeza abajo y es posible que cualquier día nos sorprendan las estadísticas con datos que señalen que con Zapatero nadie se va de casa. Más vale malo conocido que bueno por conocer, dirán. Y no me extraña. Nada como una madre. Lo digo a sabiendas de que me tacharán de hipócrita por defender la estancia en el hogar de los españoles conociendo que en Estados Unidos se van a los diecinueve, o así. Pero aquí no. Es la España de Zapatero, y del otro, del anterior, que se fue a Melilla luciendo pectorales. La España confusa que no da trabajo a los ingenieros de caminos y que sin embargo convoca a sesenta mil para aparecer en la cosa de Gran Hermano . La España de Belén Esteban, necia, y de todas las lágrimas falsas exudadas para conmover a la audiencia. No podemos seguir así. Nuestros hijos se irán de casa cuando los modelos sean otros. No los que tenemos. Se irán cuando prime la responsabilidad, el trabajo, la entrega, el esfuerzo, los valores. Mientras el imperio del intelecto no gobierne nos quedará la estulticia. Y cualquiera nos podrá contar todo sobre mi (tu, su) madre. España, camisa blanca de ninguna esperanza. Desgraciadamente.
LA VOZ DE GALICIA