
El mismo día en el que el Barak Obama inauguraba el curso escolar en su país con un irreprochable discurso en el que el presidente apelaba al sacrificio y al trabajo duro, la OCDE hacía públicos sus datos sobre el estado de la Educación en los países de la Unión Europea, un balance que no sólo ha sumido en una honda y comprensible preocupación al ministro Gabilondo, sino que ha despertado alarmas en todos los sectores sociales sensibles y razonables de un país que pierde la razón con excesiva frecuencia.
El prestigioso organismo sitúa al nuestro en los puestos de cola de casi todas las cuestiones analizadas, y nos proporciona unas estimaciones que deberían estremecernos. Por ejemplo, tras Portugal, somos el país europeo con mayor índice de abandono escolar, y nos convertimos en el territorio continental con menos jóvenes estudiados y provechosos. Un 35 por ciento de ciudadanos españoles entre los 25 y los 35 años no han cursado más allá de la denominada enseñanza obligatoria.
Algo muy grave ocurre en la enseñanza nacional que demanda de un modo inmediato un acuerdo generosos interpartidario y libre de zarandajas políticas. Hace muchos años que mantengo que existen materias que el Estado nunca debió transferir a los gobiernos regionales, y una de esas materias es para mí, junto a la Hacienda Pública, la Sanidad y la política exterior, el paquete de Educación. Y la prueba del fracaso estrepitoso de nuestro sistema educativo se refleja sin medias tintas en aquello que la OCDE denuncia. Gabilondo hace bien en preocuparse.
Manuel Orio